Entrada la noche del 31 de enero de 1958, un cohete Juno I de 29 toneladas partía desde Cabo Cañaveral para poner en órbita el primer satélite artificial estadounidense, el Explorer I (la Unión Soviética había lanzado el Spútnik 2 casi tres meses antes). La misión dirigida por James A. Van Allen logró el primer gran descubrimiento de la era espacial: la existencia de anillos de radiación de alta energía e intensidad alrededor de nuestro planeta. Hoy conocidos como cinturones de Van Allen, el hallazgo reveló los efectos de la interacción entre el campo magnético terrestre y el entorno espacial. El campo, generado por la rotación del núcleo metálico fundido de la Tierra, da lugar a la magnetosfera, una burbuja magnética que envuelve a nuestro planeta. Su tamaño y forma cambian en función de la intensidad del viento solar, la corriente de partículas con carga eléctrica que nos llega desde el Sol. La vida en la Tierra depende de forma crítica de la magnetosfera, la cual protege la at...