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Más allá del científico. Las otras 5 cosas que no sabías sobre Einstein
¿QUÉ HIZO EINSTEIN CON EL DINERO DE SU PREMIO NOBEL?
El 10 de noviembre de 1922 Einstein se enteró de que había ganado un Premio Nobel mediante un telegrama pero, ¿hasta qué punto le pilló por sorpresa? A pesar de que ya era famoso debido a su Teoría de la Relatividad General, recibió el premio “por sus servicios a la física teórica, y en especial por su descubrimiento de la ley del efecto fotoeléctrico“, según anunciaba entonces la Academia Sueca.
El premio que se otorgó a Albert Einstein en 1922 era en realidad el Nobel de Física de 1921, que no se había entregado a nadie ese año y que había quedado, según marcaban los estatutos de la Fundación Nobel, en reserva hasta el año siguiente. Einstein no pudo acudir a la ceremonia de entrega de diciembre de 1922 por encontrase de viaje, por lo que dio su discurso de aceptación en julio de 1923.
Con el premio, recibía además una gratificación económica de unas 120.000 coronas suecas, lo que correspondía en la época a unas 10 veces el sueldo anual de un profesor. Pero Einstein nunca se gastó el dinero de su premio. Se lo dio todo a su exmujer, Mileva Maric, tal y como habían establecido al negociar su acuerdo de divorcio, que se firmó en 1919. Mileva lo utilizó para comprar varias casas, y lo dedicó al cuidado de sus hijos. ¿Por qué estaba Einstein tan seguro de que en algún momento recibiría un Premio Nobel? ¿Por qué fue tan “generoso” con Mileva?
NO QUISO SER PRESIDENTE
Chaim Weizmann fue el primer presidente del Estado de Israel hasta que murió en 1952. Por aquel entonces, Einstein era un científico consolidado, famoso en todo el mundo, pacifista y activista en pro de los derechos humanos, además de declarado defensor de la causa judía. Weizmann y Einstein se conocían, y habían colaborado en la fundación de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Tras la muerte de Weizmann, Einstein recibió la propuesta de convertirse en el segundo presidente de la historia de Israel. Abba Eban, entonces embajador del país en Estados Unidos, le transmitió la propuesta en nombre del primer ministro (David Ben Gurion) en una carta. Por el mismo medio, el físico más famoso de la historia rechazó la proposición: “Toda mi vida he tratado con asuntos objetivos; por consiguiente, carezco tanto de aptitud natural como de experiencia para tratar propiamente con personas y para desempeñar funciones oficiales”. El mismo documento recoge una de las frases más personales de Einstein:
“Mi relación con el pueblo judío se ha convertido en mi lazo humano más fuerte”.
EINSTEIN, ¿UN ESPÍA SOVIÉTICO?
Einstein nunca participó en el Proyecto Manhattan, el grupo de científicos encargado de desarrollar la bomba atómica que caería sobre Hiroshima (6 de agosto de 1945) y Nagasaki (9 de agosto de 1945). A pesar de que fue él mismo quien alertó al presidente Roosevelt sobre la urgencia de desarrollar la bomba antes que los alemanes, nunca le invitaron a participar – y nunca sabemos qué habría contestado- porque Einstein era un riesgo para la seguridad nacional.
Agentes del FBI lo siguieron durante años, e incluso continuaron con la investigación después de su muerte. ¿Qué buscaban? El científico era considerado un riesgo de seguridad para el servicio de inteligencia estadounidense: más de 1.400 páginas de investigación dan prueba de ello (pueden consultarse en la Web del FBI). Einstein era un hombre de mundo, tenía muchos contactos y viajaba con frecuencia fuera del país. Además, su tendencia política hacia la izquierda, su activismo por los derechos humanos, o su lucha contra el racismo, lo situaban en el punto de mira de la “obsesión comunista” que vivía Estados Unidos por aquella época.
EL LEGADO DE EINSTEIN: ENTRE NUEVA JERSEY Y JERUSALÉN
¿Has pensado alguna vez visitar la tumba de Einstein? No podrías hacerlo aunque quisieras. Antes de morir, el físico dejó claro que no quería ser enterrado, pues le aterraba la idea de que su lugar de descanso se convirtiera en lugar de peregrinaje para admiradores y curiosos. Por eso, fue incinerado y sus cenizas se esparcieron en Estados Unidos, cerca del río Delaware, y no muy lejos de la Universidad de Princeton (Nueva Jersey), donde había desarrollado gran parte de su carrera científica. Pero el legado más importante de Einstein, todos sus escritos científicos y no científicos, sus fotografías y los derechos de sus obras, están en la Universidad Hebrea de Jerusalén, en el campus Edmond J. Safra. Actualmente, parte de los documentos están digitalizados y pueden consultarse abiertamente.
EL CEREBRO DE EINSTEIN RECORRIÓ ESTADOS UNIDOS EN UN FRASCO
No es ciencia ficción. Tampoco es de extrañar que el cerebro del físico más célebre del siglo XX fuese un “bien” cotizado. ¿Estaba ahí el secreto de su inteligencia? Eso debió preguntarse Thomas Stoltz Harvey, el patólogo forense que dirigió la autopsia de Albert Einstein en el Hospital de Princeton (Nueva Jersey, 1955). No era especialista en el análisis del cerebro, ni tenía autorización para extraerlo. Pero lo hizo, y durante más de 40 años mantuvo la voluntad de descubrir su secreto. Nunca concluyó nada, aunque sí se dedico a enviar a varios científicos una muestra de las más de 170 láminas en las que había dividido el cerebro del genio. Abatido, quizás por el remordimiento, decidió finalmente deshacerse de su preciado tesoro y creyó que el cerebro del difunto Einstein debía estar en manos de su familia. Intentó devolvérselo a la nieta de Einstein, Evelyn, en un viaje desde Nueva Jersey a California, donde estudiaba ella. En este peculiar periplo le acompañaría el escritor Michael Paterniti, quien plasmó el viaje en su libro, “Driving Mr. Albert: A Trip Across America with Einstein’s Brain” (“Viajando con Mr. Albert”).
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