A diferencia de lo que alguien pueda pensar, un neumático no está formado por una única capa de caucho o goma. De hecho, está fabricado por capas, y bien sea para cámara o bien para el sistema Tubeless, debemos destacar 3 partes fundamentales en una cubierta.
Banda de rodadura: Se trata de la parte de la goma que está en contacto con el asfalto. Es el “caucho” del neumático y su parte más externa. En ella encontramos los diferentes compuestos según cada fabricante que le otorgan las características particulares en cuanto a agarre, comportamiento en seco o mojado, duración y calidad de la rodadura, etc.
Carcasa: Es la capa interna que da estructura al neumático. Casi siempre se trata de una capa de Nylon que juega un papel fundamental en cuanto al peso y la capacidad de protección antipinchazos del neumático. La carcasa está definida por los hilos por pulgada (TPI – Threads per Inch) de Nylon que encontramos. Cuanto mayor sea el número de TPI, más hilos de nylon encontramos y por tanto menos goma, esto se traduce en mayor ligereza pero menor resistencia a los pinchazos. Por el contrario, cuanto menor sea el número más pesará, pero también resistirá mejor los pinchazos.
Capa de protección: En los neumáticos de gama alta, los fabricantes están incluyendo una pequeña capa entre la carcasa y la banda de rodadura, de diferentes materiales (entre los que se incluye el kevlar, aramida, etc.) que sirve como protección extra ante los pinchazos, algo muy práctico tanto si utilizamos cámara como si los llevamos tubelizados.
Elementos que afectan a la duración de un neumático
Calcular la vida de una cubierta es muy complicado, ya que depende de muchos factores: desde el terreno en el que nos movamos (no todos los asfaltos son iguales), el calor ambiental y del asfalto (o por el contrario, el frío y las carreteras con sal), a nuestro propio peso y la presión que solamos llevar. Incluso como bien es sabido, no es lo mismo el desgaste que sufre la cubierta trasera que la delantera.
En lo referente a la presión, igual que sucede con las de los coches o motos, si rodamos con menos presión de la debida, la cubierta se deforma y ofrece más superficie de rozamiento y, por tanto, acusando un desgaste más rápido. Si, por el contrario, rodamos con más presión de la debida, además de los riesgos de rebotar en los baches o pinchar con mayor facilidad, la cubierta se desgasta mucho más por la zona central que por los flancos. Para lograr un agarre óptimo y un desgaste uniforme, los mejor es rodar con la presión adecuada.
Pero no todo el desgaste viene provocado por el hecho de rodar, un neumático puede estropearse si su estructura se daña o se deforma, cosa que puede suceder en casos de baches, agujeros o en la calzada, piedras o “bordillazos”. En caso de haber sufrido algún percance de este tipo es recomendable revisar el correcto estado de la cubierta, que no aparezcan dobleces o bultos (generalmente en los flancos) o grietas en cualquier punto de su estructura y en caso de verlos, cambiarla inmediatamente.
Otra cuestión que afecta a la estructura del neumático y que hacer conveniente su cambio por deformación es si la dejamos mucho tiempo aparcadas sin revisar la presión de aire, lo que hace que se acabe deshinchando y deformando. Este hecho es más rápido y acusado si la dejamos a la intemperie, en una zona en las que le dé mucho sol de forma directa, o en una zona con cambios bruscos de temperatura. Generalmente, además, esto también suele llevar añadido la cristalización de la cubierta y la aparición de grietas. Nuestro consejo es que, aunque no vayas a utilizar la bicicleta en una temporada, la cubras lo máximo posible y cada cierto tiempo revises la presión y muevas y gires un poco las ruedas.
¿Cuándo cambiar la cubierta?
Muchos neumáticos cuentan con dibujo o con unos pequeños indicadores de desgaste que nos marcarán cuándo debemos cambiar la cubierta. En algunas es tan evidente como unos pequeños “surcos” o agujeros en su banda de rodadura que nos dirán, cuando prácticamente dejemos de apreciarlos, que ha llegado el momento de su cambio. Otra forma de darnos cuenta es si el perfil de la banda de rodadura está perdiendo su forma redonda hacia una más cuadrada, fruto de haber rodado muchos kilómetros.
La aparición de grietas también nos marca el momento de cambiar las cubiertas. Como hemos visto, aunque no hayamos rodado mucho con ellas, hay muchos elementos que pueden provocar la aparición de grietas en cualquier zona de la estructura. Si seguimos rodando con ellas lo más fácil es que empecemos a pinchar con mayor frecuencia ya que la goma deja de ser uniforme y de ofrecer protección. También nuestra seguridad se verá comprometida, ya que la cristalización de la goma hace que pierda facultades y capacidad de agarre. Precisamente los pinchazos también son otro buen indicador de que debemos cambiar un neumático, ya que esto significa que la goma ha perdido consistencia.
En algunos casos, el desgaste de un neumático dejará entrever las capas de hilo o alambre en algunos de sus puntos. Si esto sucede ha llegado el momento de cambiarlos inmediatamente, ya que ese neumático se irá “deshilachando” poco a poco y, seguramente, tendremos más posibilidades de pinchar o algo peor.
Al igual que sucede con los cascos, que los fabricantes recomiendan cambiarlos cada 3 años, los neumáticos tienen fecha de caducidad, lo que ocurre es que está demasiado condicionada al cuidado que tengamos con ellos. Los fabricantes de neumáticos de automóvil recomiendan su cambio también cada 3 o 5 años, aunque no hayamos agotado la vida útil de su dibujo. Con las cubiertas de ciclismo debería suceder lo mismo, aunque el plazo es variable. La mejor forma de saber si ha llegado el momento de su cambio es revisar los puntos anteriores.
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